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23 de diciembre de 2011

Capicúa...


Se acabó…, llegó la hora
Rebuscando en mis adentros
Se encabronaron mis palabras rotas
Lo que nunca comenzó,
Cogió carrera y quebró mis alas
Que arrancaron la alegría
Entre cortinas de humo y legañas

Se terminó…, Capicúa soñada
Me saque el puñal del recuerdo
Más, no se acurruco en mi espalda
Brillaba en mi corazón
Adornado con llantos de esperanza
Esa que tu creaste,
De poner los pelos como escarpias
Esa a la cual me agarro,
Como el preso a su libertad deseada

Maldije este despiadado verso
Nacido en acordes de madrugada
En un gris dia de Febrero
Con este Invierno que nunca descansa


Poetas...


Ay días que es mejor ver
Los tristes llantos de los que piensan
De lo que un día pudieron llegar a ser
Y pregonando, se embarrizaron en su senda
Amores de papel, cantares de gesta
Mujeres en inmundicia, esperando receta
Amores prohibidos, luchas sin tregua
Silencios rotos, vivencias de puño y letra
¿Qué diréis ahora terribles poetas?
¿Qué pensáis del camino que tallara vuestra pena?
A quien encomendareis los amores de los que sacáis cabeza
Que responderéis a esas flores o esos mares que desesperan


 

3 de diciembre de 2011

¿Te crees capaz?

En cierto sentido, se puede decir que estoy loco. Mi único miedo es que me dejen sólo, y ese miedo es tan profundo y tan persistente, que incluso cuando estoy encima de una mujer, hasta cuando me he soldado con ella, no puedo escapar de la prisión que he creado para mi mismo. Intento toda clase de historias. A veces me pongo incluso a contar, o empiezo a pensar en un problema filosófico, pero no sirve de nada. Es como si fuera dos personas, y una de ellas estuviera mirándome todo el tiempo. Me pongo tan furioso conmigo mismo, que podría llegar a matarme... y en cierto modo eso es lo que hago siempre que tengo un orgasmo. Por un segundo, me destruyo a mí mismo. En esos casos ni siquiera hay un yo mío...no hay nada...ni siquiera una mujer. Es como recibir la comunión. Después, por unos segundos tengo una agradable sensación de ardor espiritual... y quizá continuaría así indefinidamente. Quiero ser capaz de entregarme a una mujer. Quiero que me saque de mí mismo. Pero para eso tiene que ser mejor que yo; tiene que tener inteligencia, y no sólo lo de ahí abajo. Tiene que hacerme creer que la necesito, que no puedo vivir sin ella. Si encontrara una mujer así daría mi vida. En ese caso no me importaría lo que me ocurriera: no necesitaría un empleo, ni amigos, ni libros...ni nada. Simplemente con que pudiese hacerme creer que había algo más importante en la tierra que yo. ¡Joder, como me odio!. La gente piensa que me admiro a mí mismo, y en ello demuestran lo poco que me conocen. Se que soy un gran tipo...no tendría mis infinitos problemas, si no hubiera algo dentro de mí. Pero lo que me exaspera es que no puedo expresarme. La gente cree que soy un Don Juan o un mujeriego. Así son de superficieles esos mequetrefes. Siempre sonrío, poniendo la otra mejilla, para acallar sus fantochadas y sus peregrinajes hacia la envidia y la intromisión. No saben nada de mí, ni nunca van a saber. Ellos sólo dicen habladurías de sus cuchicheos y sus bocanadas de olor a estercolero, mas fuerte que una prolongada alitosis. ¿En serio se ven capaces de hablar de esa manera?...Y tu, ¿te crees capaz?